jueves, 27 de octubre de 2011

Por qué el éxito laboral de una mujer sí se define por la belleza

No nos digamos mentiras. La belleza (así como el tamaño) sí importa. Y la razón no es porque sí, o por que los hombres son frívolos y entonces prefieren a la bonita tonta, que a la fea inteligente. No. La razón por la cual el hecho de que una mujer sea bonita incide tanto en su éxito laboral está inscrito en profundidades más hondas, ya que la belleza física repercute en el desarrollo de una mujer y en su confianza.entrevista sobre el tema a la periodista Marianne Ponsford (Hammermesh and Biddle) se comprobó que las personas que están por encima del estándar de belleza tienden a ganar entre un 10 y un 15 por ciento más que quienes están por debajo de ese estándar. Ningún interlocutor está exento de sentirse agradado o seducido visual y oralmente por una mujer bonita. Decimos visual por su belleza, pero oral, porque está comprobado que son mayores las habilidades sociales de quien es considerado bello dentro de los cánones de belleza que se van estableciendo a través de los medios y que se tejen en una cultura.

Aunque las labores que le son encomendadas a una mujer bonita no tengan nada que ver con su belleza, por su seguridad y sus habilidades comunicativas sus empleadores o jefes generalmente las perciben más capaces.



La seguridad que una persona que se siente bonita refleja puede muchas veces llevarla a ganar un mejor salario. Aunque sea una equivocación o una apariencia, es evidente que si una persona se siente más segura, quienes trabajan con ella crean que está más capacitada para hacer su trabajo, aunque en la realidad no sea necesariamente cierto.
Pero el asunto va mucho más allá. Por más que parezca mentira ahora que los cánones de belleza se asemejan bastante con la anorexia, la belleza, en muchas épocas, ha estado directamente relacionada con la salud. En el renacimiento, las mujeres agraciadas eran aquellas que, algo entradas en carne, parecían ser las perfectas para albergar varoncitos en sus anchas caderas y luego darlos a luz sin problemas. A comienzos del siglo XX el ideal de mujer se formó por una caricatura, la “Chica Gibson”, el prototipo a seguir por la mayoría de las jovencitas que querían, como ella, tener el busto erguido, caderas anchas y nalgas sobresalientes. Esto, por mencionar tan solo dos ejemplos de cómo el estándar de la belleza cambia como un camaleón.

De otra parte, la belleza también está relacionada con la inteligencia, pero no por naturaleza, sino por un influjo social que empieza a generar mayores capacidades de comunicación y más seguridad personal desde el momento en el que un profesor estimula, prefiere y le dedica más tiempo inconscientemente a alguno de sus alumnos porque le agrada físicamente. Un niño al que se le afianzan sus habilidades sociales y sus motivaciones es mucho más productivo que uno que aprende habilidades cognitivas que además se disipan con el tiempo.

Es muy factible que las mujeres bonitas que han construido seguridad y habilidades sociales aprendan también lo que otras menos bellas han aprendido puntualmente sobre una labor específica (hacer un cuadro de Excel, por poner cualquier ejemplo), mientras que es poco probable que las personas que tienen baja autoestima sean capaces de desarrollar las habilidades sociales y la seguridad de una "bonita". 

El problema entonces radica más bien en un punto en que nos gustaría que todas las mujeres reflexionáramos: ¿Cuál es el canon de belleza por el que yo me rijo, cuál es el estándar que imponen los medios e incluso culturas tan nocivas a nivel estético como el narcotráfico? ¿Hasta dónde debo yo sentirme excluida de un canon de belleza impuesto por una revista en la que las mujeres son de mentira y no solo están cortadas con cuchilla si no a punta de photoshop? Cuando la mujer se responde estas preguntas y decide basar su autoestima en unos cánones estéticos más amplios y menos simplistas que los dictados por los medios, ese día deja de sentirse una mujer fea y conquista el territorio de la confianza y de la habilidad social que antes le fue vedado. En resumidas cuentas, no es un mito ese dicho de que “bueno llama bueno”.
 

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